Cundeamor (concurso de relatos breves San Valentín 2014)
Desenvolvió el paquete que el cartero le acababa de entregar. Un reloj, sus viejas gafas y un billete de 100 euros acompañaban una carta en Arial que decía:
Amor:
Creo que hace dos meses que no te escribo. Lo siento pero miento si digo que eres mi amigo, cuando estoy contigo casi nunca ligo.
Siempre he pensado que había que creer en ti. Nunca había dudado de tu fuerza, de tu capacidad de unir a personas, de la magia de las miradas que te buscan, del consuelo de las noches insomnes , de ti. Hasta hoy. Bueno, seguramente hasta hace unos días (por lo del correo tradicional que tanto te apasiona). Me he dado cuenta de que las caricias, los besos, la cinta que cubre los ojos de quien está frente a un regalo en lo alto de la catedral del pueblo donde fue bautizado no te pertenecen. Tú: ni los das, ni los recibes, ni los unes. ¡Qué tiempo más provechoso perdí hablando de ti, estudiándote, buscándote ! Por fin entiendo tus reparos a encontrarnos. ¿Sabes qué hice mientras te negabas a aparecer? Leí a un tal Gerardo Alguien con personalidad que escribe lo que siente que siente lo que escribe. ¿Y sabes lo que hace contigo? Te desentraña, tejiendo una historia en la que Omar puede ir a Roma, donde mora el aroma del mar sin amo. ¿Acaso no se respira amor ahí? ¿En las palabras? ¿En lo tangente, en los hechos, en los sentidos? ¿En el tacto cálido que te acoge cuando sientes frío en la noche gris? En el afecto e incluso en los defectos. En la vida. Ahora sé que el sentimiento que se gesta en las personas, cuando se relacionan, no tiene nada que ver contigo. Tú nunca te has relacionado con nadie. Siempre tan distante, tan perezoso, tan cautivo ¡tan cobarde! Teme y serás temido. Temía temerte, pero ahora que te temo, te meto un reloj que te espabile. El tiempo pasa y tú ¡parece que estés de guasa! Que si deshojar margaritas, que si bombones No ves que no sirves ¡Ah! También te entrego tus gafas: viejas, sucias, rayadas ; quizá todavía puedas ver lo que te pierdes. Esperas a que las peras florezcan en lugar de trepar como jazmín de frutos amarillos Como yo, que tan feliz me siento desde que comparto mi vida con esa persona que me respeta, me admira y me quiere. A veces estamos juntos y pienso en ti. No sé por qué. Espero que no sea adulterio. O también es cosa tuya esa tonta idea de la mentira. Dicen que los mismos que fabrican las vitaminas se inventan las carencias. En fin, solo quería despedirme de ti. No te guardo rencor, pero te guardo los cien euros que me dieron por esa ennegrecida cadena que me regalaron en tu nombre.
Cómprate algo bonito, sal a la calle y vive. De lo contrario puede que acabes también oscureciéndote, fría sin abrir el cerrojo que te encadena.
A testa mente, Cundeamor.